Puntadas (SUNO)

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Martes 14 de octubre, 2025.

La costura nació mucho antes de que existieran agujas de metal o hilos de seda. En los albores de la humanidad, cuando el frío mordía la piel y los cuerpos necesitaban protección, alguien —quizás una mujer en una cueva, con dedos ágiles y mirada atenta— tomó un tendón de animal, lo tensó entre sus manos y lo pasó a través de pieles perforadas con huesos afilados. Así, sin pretensiones, comenzó a tejer no solo abrigo, sino identidad. Con el tiempo, esas puntadas rústicas se volvieron más precisas.

Las civilizaciones antiguas, desde Egipto hasta China, desarrollaron técnicas propias: los egipcios cosían túnicas de lino con hilos del mismo material, mientras en la antigua Mesopotamia ya se usaban agujas de bronce. La costura dejó de ser solo utilitaria; se convirtió en lenguaje. Cada pliegue, cada costura visible o escondida, contaba algo del estatus, la región o incluso las creencias de quien vestía.

En la Edad Media, los gremios de sastres y costureras comenzaron a estructurar el oficio, transmitiendo secretos de generación en generación. Las manos que cosían eran muchas veces anónimas, pero sus obras viajaban: bordados persas, encajes venecianos, telas teñidas en la India. Luego llegó la Revolución Industrial, y con ella la máquina de coser, que transformó radicalmente la forma en que se producían las prendas. Lo que antes tomaba días, ahora se hacía en horas. Pero lejos de extinguir la costura manual, la máquina la liberó: permitió que quienes amaban el arte de coser a mano se enfocaran en lo creativo, en lo expresivo.

Hoy, en talleres iluminados por luces cálidas o en estudios minimalistas de ciudades modernas, la costura sigue siendo un acto íntimo. No se trata solo de unir telas, sino de dar forma a ideas, emociones, historias. Cada prenda bien hecha lleva en sus costuras el eco de miles de años de manos que, con paciencia y propósito, transformaron lo funcional en poesía tejida.

La costura, lejos de ser una sola técnica repetida mil veces, es en realidad un universo de gestos, cada uno con su propósito, su ritmo y su alma. Hay costuras que apenas se dejan ver, sutiles como un susurro, pensadas para que la tela se comporte como si nunca hubiera sido cortada. Otras, en cambio, se exhiben con orgullo, gruesas, decorativas, casi como firma del que las hizo.

La puntada recta, por ejemplo, es la más humilde y a la vez la más esencial. Es la que sostiene el mundo de la ropa: une, fija, da estructura. Sin ella, nada se mantendría en su lugar. Luego está la puntada en zigzag, más flexible, más generosa, ideal para telas que se estiran o bordes que tienden a deshilacharse; es como un abrazo que permite moverse sin romperse.

La costura francesa, con su doblez delicado que esconde todos los hilos sueltos, nació de la necesidad de perfección en lo invisible. Se usa en sedas y tejidos ligeros, donde cualquier descuido se nota al instante. Es lenta, meticulosa, casi meditativa. En contraste, la costura overlock —esa que deja un borde rematado con hilos entrelazados— es rápida, práctica, hecha para la vida real, para prendas que se usan, se lavan, se viven.

Y luego están las costuras a mano, esas que ya casi parecen reliquias en un mundo acelerado. La puntada de hilvanar, ligera y provisional, como una promesa que se puede deshacer. La puntada de refuerzo, pequeña y densa, que aguanta tirones y años. La puntada escondida, que cierra dobladillos sin dejar rastro, como si la gravedad misma sostuviera el dobladillo en su lugar.

Cada tipo de costura responde a una necesidad, sí, pero también a una intención. Algunas buscan durabilidad, otras belleza, otras comodidad. Y muchas veces, en una sola prenda, conviven varias: lo funcional y lo hermoso, lo rápido y lo eterno, lo industrial y lo artesanal. Porque al final, coser no es solo unir dos trozos de tela; es decidir cómo vivirá esa prenda en el cuerpo, en el tiempo, en la historia de quien la lleva.

Cosas curiosas ocurren cuando las manos se ocupan en coser. No es solo que los dedos se muevan con precisión entre aguja, hilo y tela; es que, al hacerlo, la mente se aquietan también. En consultorios de terapia ocupacional, en talleres comunitarios o incluso en rincones silenciosos de casas donde alguien intenta recomponerse, la costura aparece como una aliada discreta pero poderosa. No exige hablar, no juzga, no apura. Solo pide atención, un gesto tras otro, y en ese ritmo repetitivo —pasar la aguja, tirar del hilo, volver a empezar— algo dentro se reacomoda.

Para quienes han pasado por duelos, crisis, lesiones o simplemente el agotamiento cotidiano, coser puede ser un acto de reconstrucción simbólica. Cada puntada es una pequeña decisión tomada, una prueba de que aún se puede crear, aún se puede arreglar. Hay personas que, tras un accidente o una enfermedad que les limitó la movilidad, recuperan la coordinación fina no con ejercicios abstractos, sino cosiendo un botón, hilvanando una falda, bordando una flor sencilla. La tela se vuelve lienzo, y las manos, instrumento de sanación.

En niños con dificultades de concentración, en adultos mayores enfrentando la soledad o el deterioro cognitivo, en personas con ansiedad que necesitan anclar la mente en el presente, la costura ofrece un refugio táctil. El tacto de la tela, el sonido suave del hilo deslizándose, el progreso visible de algo que antes era desorden y ahora toma forma… todo eso calma. No cura, claro, pero acompaña. Y a veces, acompañar es más que suficiente.

Lo más hermoso es que no se necesita ser experto. No se trata de perfección, sino de presencia. Una costura torcida, un dobladillo irregular, un botón mal colocado: ninguno de esos “errores” importa en este contexto. Lo que cuenta es el acto mismo de hacer, de volver a sentirse capaz, de conectar las manos con el corazón. Por eso, en muchos lugares donde se cuida la salud mental o física, la costura ha dejado de verse solo como oficio y ha entrado, con paso suave, como terapia.

Como ya casi se acaba el número de caracteres de la caja de información, les dejo con la canción que le pedí a SUNO, esperando que esta publicación les haya servido, no solo como entretenimiento, sino que les haya aportado un poco, una chispa de contenido que genera valor.

🎵 🎶 🎶 🎶 🎵 🎼 🎼 ♬ ♫ ♪ ♩

Esta fue una canción y reflexión de martes.

Gracias por pasarse a leer y escuchar un rato, amigas, amigos, amigues de BlurtMedia.

Que tengan un excelente día y que Dios los bendiga grandemente.

Saludines, camaradas "BlurtMedianenses"!!

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