Los niños y el fútbol (SPA-ENG)
Han pasado muchos años, casi 6 décadas y todavía no olvido esa tarde de primavera en que al salir de unas escaleras de madera vi por primera vez una cancha de fútbol, la gramilla verde, la gente alentando, las banderas, los vendedores de bebidas y sandwiches de chorizo, el humo de las parrillas y el olor que provocaba a comer, aunque no se tuviera hambre.
Son cosas que no se olvidan, todo niño debería tener la posibilidad de presenciarlo, aunque más no sea una vez en su vida, concurrir a un estadio donde juegue su equipo favorito, es una experiencia que nos marca.
Aquí en mi país el fútbol es una pasión que arrastra a la mayoría de los niños y también los adultos, más todavía con el éxito que nuestros deportistas logran en todas partes y principalmente con los títulos sudamericanos y mundiales.
El problema es la inseguridad, lamentablemente el fútbol viene padeciendo a los llamados "barras bravas" desde muchísimos años a esta parte, un grave inconveniente apañado y alentado por los mismos dirigentes de los clubes que se ha vuelto incontrolable, o que aun nadie ha puesto empeño en terminarlo, como si lo han hecho en otras partes del mundo.
Por supuesto sigue habiendo problemas en Europa, pero está muchísimo más controlado que aquí, donde una de las pocas medidas tomada hasta el presente es la de prohibir la concurrencia de público visitante a los estadios, algo que no ha generado mejoras de ningún tipo.
Pero la selección es otra cosa, cada vez que juega en nuestro país la selección nacional es una fiesta donde por suerte no hay que lamentar hechos de violencia ni amedrentamiento de barras y donde los niños pueden asistir con libertad y dar rienda suelta a su alegría.
Días atrás, con motivo de la realización de la segunda parte de la penúltima doble fecha FIFA por las eliminatorias para el mundial 2026, nuestro combinado local recibía a Colombia, con la tranquilidad de la clasificación asegurada desde la fecha anterior y con una ventaja en puntos sobre el resto que aseguraba terminar primero en esa tabla que no sirve para mucho en esa primera posición pero si en la sexta y séptima, marcas que determinan el último que clasifica directamente y el que va a un repechaje con otra selecciones del mundo para definir quiénes se adjudican las dos últimas plazas disponibles para ese mundial que será el más multitudinario de la historia hasta el momento.
Sentado cómodamente en un sillón de casa me dediqué a observar la alegría de los niños que se encontraban en el estadio, privilegiados porque el costo de las entradas que no era para cualquiera, sin embargo, allí estaban y en gran cantidad, cualquier paneo de las cámaras en la previa del partido encontraba niños disfrutando y alentando, maravillados de un estadio hermoso, colmado de aficionados pese al frío que el avanzado otoño dicta por estas tierras.
Más privilegiados eran los niños que acompañaron la salida de los jugadores, las fotografías no hacen justicia a la alegría y la emoción que muchos de ellos tenían al saludar a Messi o al Dibu Martinez, los dos emblemas de la selección que más simpatías provocan.
Luego el himno de ambas naciones y los niños delante de los jugadores que no saben disimular su alegría pese al momento casi solemne de la música patria.
Finalmente, todos los pequeños acompañantes se retiran y es el momento de alentar desde las tribunas, mientras tanto un pequeño camión de la compañía petrolera más importante del país trae sobre su tanque la pelota con la que comenzará a disputarse el encuentro, allí se acabó la ensoñación y volví a los viejos y poco halagüeños pensamientos de que todo es por dinero. Por suerte, eso aún está lejos del razonamiento de los infantes.
Children and soccer
Many years have passed, almost six decades, and I still can't forget that spring afternoon when, upon stepping out of some wooden stairs, I saw a soccer field for the first time: the green grass, the people cheering, the flags, the vendors selling drinks and chorizo sandwiches, the smoke from the grills, and the smell that made you want to eat, even if you weren't hungry.
These are things you won't forget. Every child should have the chance to witness them, even once in their life, to go to a stadium where their favorite team plays. It's an experience that leaves a lasting impression on us.
Here in my country, soccer is a passion that draws most children and adults alike, even more so with the success our athletes achieve everywhere, especially with South American and World Cup titles.
The problem is insecurity. Unfortunately, football has been suffering from the so-called "barras bravas" (soccer hooligans) for many years now. This serious problem, condoned and encouraged by the club's own leaders, has become uncontrollable, or even one that no one has made any effort to end, as has been the case in other parts of the world.
Of course, there are still problems in Europe, but they are much more controlled than here, where one of the few measures taken so far is to prohibit visiting fans from attending stadiums, something that has not generated any improvements whatsoever.
But the national team is a different story. Every time the national team plays in our country, it is a celebration where, fortunately, there are no acts of violence or intimidation by barristers, and where children can attend freely and give free rein to their joy.
A few days ago, on the occasion of the second part of the penultimate double date FIFA qualifiers for the 2026 World Cup, our local team received Colombia, with the peace of mind of having qualified since the previous date and with an advantage in points over the rest that ensured they would finish first in that table that is not of much use in that first position but is in sixth and seventh, marks that determine the last one that qualifies directly and the one that goes to a playoff with other teams in the world to define who will be awarded the last two places available for that World Cup that will be the most crowded in history so far.
Sitting comfortably in an armchair at home, I watched the joy of the children in the stadium, privileged because the price of tickets wasn't affordable for everyone. However, they were there in large numbers. Any camera pan before the match found children enjoying themselves and cheering, amazed by a beautiful stadium packed with fans despite the cold that late autumn dictates in these parts.
Even more privileged were the children who accompanied the players as they walked out. The photographs don't do justice to the joy and excitement many of them felt when greeting Messi or Dibu Martinez, the two most beloved emblems of the national team.
Then the national anthem of both nations played, and the children stood before the players, unable to hide their joy despite the almost solemn moment of national music.
Finally, all the little companions left, and it was time to cheer from the stands. Meanwhile, a small truck from the country's largest oil company brought the ball with which the match would begin. The dream ended, and I returned to the old, unflattering thoughts that it was all about money. Fortunately, that's still far from the children's reasoning.
Héctor Gugliermo
@hosgug
El fútbol es algo que a ustedes los argentinos se les mete en la sangre y se lo toman muchísimo a pecho por eso yo admiro tanto a la hinchada de la albiceleste